Ada María Elflein 502, San Carlos de Bariloche, Río Negro.
Si bien hay registros de un médico rural que visitaba el poblado una vez por semana, el primer centro de salud se construyó en 1915, contiguo a la Capilla La Inmaculada y quedó a cargo de los salesianos.
En una misiva, del 29 de mayo de 1917, dice que desde el 1° de enero del año anterior hasta la fecha los enfermos del pueblo y del campo que han acudido a la Misión para hacerse curar por don Caranta fueron 750. A 150 de éstos, por su pobreza, se les han dado remedios gratis y dos de ellos se han hospedado en la casa de la Misión por 15 días proporcionándoles cama y asistencia gratuita.
Ante la apremiante necesidad, el misionero decide construir un hospital. Solicita y obtiene la autorización del superior salesiano; habló con los estancieros y con la gente del pueblo encontrando en todos muy buenas disposiciones. Al comienzo lo atendieron el doctor Del Olmo (español) y luego el doctor Berenbury (alemán), que vivía a 20 kilómetros de Bariloche y bajaba dos veces por semana para atender a los enfermos. En 1921 se hizo cargo del hospital el doctor Ernesto Serigós, quien se estableció en forma definitiva en la zona y por su preparación y generosa entrega a su profesión se conquistó pronto la simpatía y el aprecio de todos.
El edificio contaba con una sala de operaciones, tres camas y un consultorio. En ese entonces alrededor de 2.500 personas acudían al hospital y aún se conservan los registros con las patologías.
En 2016 investigadoras del Museo de la Patagonia, en ocasión del Incendio de la Capilla La Inmaculada (sucedido dos años antes), realizaron arqueología de rescate: la exploración pudo salvar frascos con medicinas. “Muchos eran extranjeros, de Francia o Alemania, y llegaban desde Chile”, explicó Montero acerca del origen de los insumos que comprendían kits de cirugía, ampollas con anestesia y medicina a base de cocaína y heroína.
Ernesto Serigós en su libro ‘El médico nuevo en la aldea’ relata: “Era una modesta vivienda de madera de tablas imbricadas con ventanas de guillotina... la sala de internados ocupada por unas pocas camas, todas con enfermos... sobre una desvencijada mesa de operaciones una caja de instrumentos... una vitrina con medicamentos muestras gratis... Difícil de imaginar tanta miseria, pobreza en todos los rincones...”.
Dumrauf apuntaba que “a pesar de tanta ‘pobreza’ este primer hospital cumplió una imprescindible y humanitaria acción durante casi tres lustros. El 1ro de noviembre de 1933, se hizo cargo de él una comisión formada por gente del pueblo y funcionó como Sala de Primeros Auxilios, utilizando el mismo local de los salesianos hasta que fue inaugurado el actual Hospital Regional hacia fines del año 1939”.
Entre los escombros de la iglesia salesiana también encontraron suelas de zapatos, latas de pegamento y tachuelas. Fernández pudo conocer que el hospital salesiano estuvo a cargo de Giuseppe Caranta, un joven sacerdote que también hacía las veces de zapatero para recaudar fondos para el hospital.
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