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Foto del escritorTurismo ARS

Colegio "Vilfrid Barón"

Avda. De Mayo 1902, Ramos Mejía, Buenos Aires



El 24 de julio de 1918 el padre Esteban Pagliere, el primer sacerdote salesiano argentino, publicó su "Proyecto y plan de una escuela práctica de agricultura", en el que propuso tres especialidades: granja, cremería y estancia. En 1919 el Consejo Inspectorial autorizó la compra de 98 hectáreas ubicadas entre San Justo y Ramos Mejía y el 7 de julio de ese mismo se firmó el boleto de compraventa.


Se resolvió levantar en esos terrenos “una escuela de primera enseñanza para niños pupilos estudiantes de 8 a 12 años y una escuela de agricultura para aspirantes a hermanos salesianos".

En tanto, en el Congreso Internacional de Cooperadores Salesianos se dispuso por aclamación "levantar un monumento conmemorativo de las bodas de oro de la Obra de Don Bosco en la República Argentina, con la construcción del Instituto Domingo Savio (La casa del Niño)…" Fue la primera obra del predio y sigue funcionando hoy en día a cargo de las Damas Salesianas.


El 31 de octubre de 1925, con la presencia y padrinazgo del presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear, monseñor Miguel Alberti bendijo la piedra fundamental.

En su reunión del 12 de marzo de 1927, el Consejo Inspectorial aceptó el ofrecimiento de Catalina Bizza de Baron de donar un millón de pesos para construir el cuerpo principal del edificio con la condición de que el establecimiento lleve el nombre de su difunto esposo, Vilfrid Baron.

El padre Juan Aceto fue enviado al lugar para vigilar las obras que comenzaron el 1 de agosto de 1928 y en septiembre de 1930 llegaron los primeros alumnos.


En el año 1949, cuando tenía 13 años, Jorge Mario Bergoglio, hoy papa Francisco, fue alumno del colegio salesiano del barrio Ramos Mejía de Buenos Aires. Se conoce una carta, escrita por él mismo el 20 de octubre de 1990 al salesiano e historiador argentino Cayetano Bruno.

"La vida del Colegio era un ‘todo’. Uno se sumergía en una trama de vida, preparada como para que no hubiera tiempo ocioso. El día pasaba como una flecha sin que uno tuviera tiempo a aburrirse. Yo me sentía sumergido en un mundo, el cual si bien era “preparado” artificialmente (con recursos pedagógicos) no tenía nada de artificial. Lo más natural era ir a Misa a la mañana, como tomar desayuno, estudiar, ir a clases, jugar en los recreos, escuchar las “Buenas Noches” del P. Director.

A uno le hacían vivir diversos aspectos ensamblados de la vida, y eso fue creando en mí una conciencia: conciencia no sólo moral sino también una especie de conciencia humana (social, lúdica, artística, etc…).

El estudio, los valores sociales de convivencia, las referencias sociales a los más necesitados (recuerdo haber aprendido allí a privarme de cosas para darla a gente más pobre que yo), el deporte, la competencia, la piedad… todo era real, y todo formaba hábitos que, en su conjunto, plasmaban un modo de ser cultural. Se vivía en este mundo pero abierto a la trascendencia del otro mundo."


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Teléfono: (011) 4651-0327/7876

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